Autor: Albert Cortina
24 HORAS PARA EL SEÑOR
Este evento organizado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización iba a celebrarse, como cada año, este viernes 20 y sábado 21 de marzo en la Basílica de San Pedro del Vaticano, con la participación del Papa Francisco. Estaba previsto que el Obispo de Roma confesara personalmente a algunos fieles y sacerdotes durante estas “24 horas para el Señor”.
No obstante, esta cita importante con Jesús durante la Cuaresma del 2020 no va a poder llevarse a cabo por el cierre del culto público en Roma – epicentro del orbe cristiano- como consecuencia de la declaración del estado de emergencia para detener la pandemia del coronavirus COVID-19.
Muchas parroquias y comunidades católicas de los diversos continentes iban a sumarse a este evento mundial como lo habían hecho en los años anteriores. Sin embargo, la pandemia del coronavirus COVID-19 ha obligado a los cristianos a estar confinados dentro de sus casas, sin poder ir a rezar ni acercarse al sacramento de la reconciliación, ni poder adorar a Jesucristo vivo y presente en el Santísimo Sacramento.
No obstante, esta edición de las “24 horas para el Señor” estará marcada por la oración -a modo de contemplativos en medio del mundo-, por la adoración eucarística -ni que sea virtual-, por la reflexión y por la invitación a la conversión personal. Además de contemplar la imagen de Jesús que ofrece su infinita Misericordia, estas horas de recogimiento y meditación suponen una oportunidad para recibir la gracia santificante y empezar una nueva vida a través del encuentro personal con Jesús. El confinamiento en nuestras casas -a modo de Iglesias domesticas- nos lo pone más fácil este año. Tenemos el recurso a la Comunión Espiritual.
Por otro lado, en su infinita misericordia, Dios pone a disposición de sus hijos, para su santificación, un don especial: la gracia de la “contricción perfecta”. Dicha gracia está siempre al alcance de todos los fieles, sin ninguna excepción.
El Padre Johann von den Driesch en su libro La Contricción Perfecta, una llave de oro para el cielo (1930), expone la doctrina católica al respecto con el ardor del apóstol empeñado en la salvación de las almas.
TIEMPO DEL GRAN SILENCIO
Estamos viviendo un acontecimiento mundial único que desde la cosmovisión cristiana viene directamente del Cielo.
Las naciones, como en su tiempo Israel, después de haber recibido la Luz de la Fe “Se han vuelto contra Dios y contra su Cristo” (Salmo II y CX) permitiendo al Adversario – la antigua serpiente que ahora se ha convertido en Dragón- extender todo su imperio y poder, sometiendo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a toda clase de esclavitudes.
Está profetizado que en el Final de los Tiempos debe venir primero la Oscuridad de los Tiempos, luego el Silencio de los Tiempos y, por último, el Tiempo de la Gran Tribulación.
(Ver mi artículo Tiempos de Salvación de 16.02.20 en Frontiere rivista di geocultura: http://www.frontiere.eu/tiempos-de-salvacion/).
En el corazón mismo de esa Oscuridad de los Tiempos que estamos viviendo, tendrá lugar, desde la cosmovisión cristiana, el Tiempo del Gran Silencio (Ap VIII, 1) que se traducirá en la suspensión temporal de todos los signos, apariciones y mensajes del Cielo, y por tanto, de origen sobrenatural.
¿Alguien, desde la fe cristiana, puede negar que la suspensión del culto público de la Santa Misa y la imposibilidad de recibir los Sacramentos y de Adorar a Dios en el Santísimo Sacramento del Altar no se asemeja a esos tiempos proféticos?. Cierto que siempre habrá quien niegue dicha interpretación. En realidad, no me corresponde convencer a nadie. El Espíritu Santo actúa en el intelecto y en los corazones de quienes quieren recibir con sencillez y humildad sus dones y el Amor Infinito de Dios.
Entre tanto, la terrible pandemia del coronavirus COVID-19 está produciendo que muchos enfermos mueran completamente solos. Nadie puede estar a su lado y sus familiares ya no vuelven a verlos, ni ellos pueden despedirse de sus seres queridos. En muchos casos no pueden haber ceremonias fúnebres, se entierran inmediatamente a los muertos, con apenas algún sacerdote en el cementerio para darle la última bendición.
Ante este pavoroso panorama, una amiga mía propone que cada uno de nosotros haga algo verdaderamente importante: rezar por sus almas.
Santa María Faustina Kowalska, mística católica polaca (1905- 1938) también conocida como Apòstol de la Divina Misericordia, escribió en su diario personal lo siguiente: “Me relaciono a menudo con almas agonizantes implorando para ellas la misericordia de Dios. Oh, qué grande es la bondad de Dios, más grande de lo que nosotros podemos comprender. Hay momentos y misterios de la Divina Misericordia de los cuales se asombran los cielos. Que callen nuestros juicios sobre las almas, porque la Divina Misericordia es admirable para con ellas” (Diario, 1684).
En estas “24 horas para el Señor”, podríamos ir espiritualmente hasta la cama de un moribundo, tomarle con cariño su mano de forma imaginaria y rezarle la Coronilla de la Misericordia por el eterno descanso de su alma. No sabremos quién es ese enfermo, ni en que parte del mundo está, pero podemos estar seguros que la persona en este trance será consolada y acompañada espiritualmente con nuestra oración.
Están muriendo en soledad y en silencio cientos de personas, y si miles de personas nos unimos para rezar cada uno por algún moribundo o enfermo durante las “24 horas para el Señor” y en los días sucesivos hasta que finalice esta terrible pandemia, podremos ayudar a esas almas en el trance de la muerte para que ganen la vida eterna.
Por otra parte, Santa Faustina nos dice que “cuando recen esta coronilla junto a los moribundos, me pondré entre el Padre y el alma agonizante, no como un Juez justo sino como el Salvador Misericordioso” (Diario, 1541).
Con el confinamiento global por el COVID-19 no estaremos físicamente al lado de los enfermos y de los moribundos, pero podemos estar cerca con la oración para que los ángeles acompañen su alma hacia el Cielo.
RECEMOS LOS UNOS POR LOS OTROS
Estas horas de confinamiento obligado – que este año coincidente con la Cuaresma cristiana – podríamos aprovecharlas para rezar los unos por los otros, en un acto de solidaridad humana y de comunión universal, cada uno desde sus creencias, convicciones y tradición espiritual.
Un amigo me envió hace unos días esta oración que quiero compartir con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sean o no creyentes cristianos, por si desean unirse a nuestra “parroquia virtual” en esta “aldea global” en la que se ha convertido el mundo en estos tiempos.
La oración dice así:
“Rezo por las familias que están en pisos pequeños, sin terraza y con niños.
Rezo por los que tienen niños o adultos con enfermedades graves y/o crónicas que quizás necesiten atención médica y no pueden recibirla estos días, o tal vez, no en las condiciones adecuadas.
Rezo por las familias con problemas serios de pareja, con discusiones y violencia domestica entre los cónyuges, y por los niños maltratados que su vía de escape era ir al colegio unas horas.
Rezo por los que están solos y por las personas mayores que se encuentran desamparadas.
Rezo por los médicos y por todo el personal sanitario que se juegan la vida visitando a domicilio a posibles pacientes afectados por el coronavirus o que estan haciendo lo imposible en hospitales y centros sanitarios colapsados por la pandemia.
Rezo por los celíacos y alérgicos que han arrasado con los únicos víveres que pueden comer y que han encontrado estos días con dificultad.
Rezo por las familias con pocos recursos económicos que su despensa está casi vacía porque compran y comen lo que pueden cada día.
Rezo por los que estan en la calle de nuestras ciudades sin techo, sin familia y sin trabajo.
Rezo por los negocios y comercios pequeños, por los autónomos y por los profesionales que dejarán de ingresar en casa lo necesario para su sustento.
Rezo por los ancianos que viven en residencias, por las personas con diversidad funcional y por sus cuidadores y familiares.
Rezo por los empresarios que quizá deban despedir empleados tras pasar esta situación y por dichos empleados.
Rezo por los que no tienen el consuelo de la fe ni encuentran el propósito, el sentido ni el para qué de esta situación.
Rezo por los sacerdotes, por el Papa y por el resto de pastores de la Iglesia Católica, así como por sus intenciones. Y rezo también por el resto de los lideres espirituales de buena voluntad para que su dedicación a las personas, en estos momentos de prueba para ellos y para todos, les conduzcan realmente hacia Dios, el autentico Amor de los amores.
Rezo por los fallecidos y por la incertidumbre de los enfermos graves y por sus familiares.
Rezo por los presos en las cárceles.
Rezo por los adictos a drogas y a otras sustancias que durante el confinamiento pasarán malos momentos.
Rezo por los que les han cancelado sus vuelos para volver a su hogar y estan lejos de sus seres queridos.
Rezo por los que tienen claustrofobia, enfermedades psicológicas, mentales o problemas de ansiedad y que deben soportar este confinamiento tan estresante.
Rezo por las embarazadas que van a dar a luz en estos días.
Rezo por los que mueren a cada instante en los paises del Tercer Mundo por motivos que tendrían solución, como el hambre, las enfermedades sencillas de curar si dispusieran de los mismos recursos que tenemos en los paises desarrollados, o por la falta de higiene y de agua potable.
Y rezo por todos los desplazados por las guerras, el hambre, las epidemias de todo tipo, las injusticias, el cambio climático…Por todos los que estan ahora en campos de refugiados o desplazados forzosamente de sus paises de origen.
Para todos ellos, que el Señor llene sus vidas de paz, serenidad y esperanza.
Demos gracias por lo que tenemos y por lo que hemos tenido siempre. Que la caridad y el amor hacia los demás sean prioritarios en nuestra acción diaria y que evitemos todo acto de egoísmo y de deshumanización.
Así sea”.
Aprovechemos pues este tiempo de misericordia que nos otorga el Cielo para nuestra conversión personal, para rezar los unos por los otros, para custodiar nuestra “casa común” que es reflejo de la belleza de la Creación y de la bondad del Creador, y para estar unidos todos los seres humanos, como una gran familia, en intima comunión espiritual.
ALBERT CORTINA. Abogado y urbanista
Director del Estudio DTUM
Barcelona, 20 de marzo de 2020
VÍDEO: La Escolania del Monasterio de Montserrat y Sergio Dalma cantan “Em dónes força” (“You Raise Me Up”).
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